El arquitecto y urbanista Manuel Ángel González Fustegueras ha analizado en el ciclo de conferencias de Williams & Humbert cuál ha sido la influencia de la industria del vino en la conformación urbana y arquitectónica de Jerez.

Williams & Humbert
De izda. a dcha., Manuel Ángel González Fustegueras y Jesús Medina García de Polavieja, director general de Bodegas Williams & Humbert

Bajo el título “Las fábricas de vino y la construcción de la ciudad capitalista”, González Fustegueras, presidente de la Fundación Arquitectura Contemporánea, ha explicado a los asistentes al encuentro organizado por Williams & Humbert los hechos urbanos y arquitectónicos que acontecieron en la ciudad de Jerez entre finales del siglo XVIII y el segundo tercio del siglo XIX, todos ellos vinculados al mundo bodeguero. Unos hechos que “convirtieron a Jerez en el tercer contribuyente al fisco del país”.
El arquitecto ha relatado cómo “la agroindustria del vino de Jerez se constituyó como uno de los primeros modelos de desarrollo económico capitalista de España durante el segundo tercio del siglo XIX”. Según González Fustegueras, es en esa época cuando esta ciudad gaditana va configurándose “como una construcción netamente industrial, adaptada por las necesidades de producción, ajustando las tramas de la ciudad y condicionando los futuros desarrollos urbanos y con ellos una nueva imagen de la ciudad: una ciudad ‘parque industrial’, en la que la huella de las instalaciones vinateras pudo superar el 40% de ocupación del suelo ‘urbano’ de la ciudad existente en ese momento”. De este modo, el desarrollo de las ‘fábricas del vino’ transformó la antigua ciudad de conventos en una singular ciudad agroindustrial, un cambio que afectó a la totalidad de las estructuras productivas y comerciales, a la tenencia de la tierra, a los sistemas de explotación agraria y, por supuesto, “a la estructura urbana que ha llegado hasta nosotros”.

Para el invitado al ciclo de conferencias de Williams & Humbert, “sin la confluencia de una serie de hechos coetáneos, Jerez no se habría configurado como la ciudad de las bodegas”

No obstante, para que Jerez evolucionara y fuera reconocida como “la ciudad de las bodegas”, y no se quedara estancada como ciudad de las viñas o del vino, fue determinante la confluencia en el tiempo de una serie de hechos que hicieron posible el desarrollo agroindustrial de la ciudad. Entre esos hechos, se encuentra el hallazgo y el perfeccionamiento del proceso de sistematización del vino, que posibilitó la elaboración de un producto homogeneizado, capaz de proporcionar al cliente la misma calidad en cada momento. Asimismo, la liberalización del almacenado del vino a través de la Real Orden de 26 de enero de 1778 significó una primera victoria de la burguesía vinatera frente a la oligarquía organizada en el gremio de cosecheros que pretendía continuar con la venta directa de vinos jóvenes y mostos y, sobre todo, impedir el almacenamiento a personas ajenas a la vinatería.
Por otro lado, el hecho de que Jerez contara en el siglo XIX con un amplio número de sectores degradados y vacíos urbanos en el interior del recinto intramuros posibilitó la expansión del negocio bodeguero en la ciudad. De igual modo, la Desamortización de Mendizábal de 1836 permitió el traspaso de fincas e inmuebles del estamento eclesial al estamento bodeguero y, por último, la ausencia de ordenanzas relativas a las bodegas también propició el desarrollo de esta industria.
Gracias a la importancia económica de las bodegas, llegaron a la ciudad una serie de servicios y factorías que, según González Fustegueras, son consecuencia directa del desarrollo bodeguero como la aparición del ferrocarril, la presencia del Banco de España en la ciudad, el alumbrado público y eléctrico, las fábricas de botellas y de gas, etc.