La bodega Pradorey de Ribera del Duero se caracteriza por una elaboración de vinos con uva de viñedos propios. Ha innovado en la elaboración con el uso de tinajas de barro centenarias, emplea levaduras autóctonas en la fermentación… En definitiva no les importa cambiar las reglas del juego para crear vinos que tengan mucho carácter y sean reflejo de su origen.

Ubicada en el Real Sitio de Ventosilla, a tan solo una hora y media de Madrid, la bodega Pradorey se encuentra dentro de una gran finca de tres mil hectáreas que compró Isabel la Católica en 1503 y está dirigida por Fernando y Jorge Rodríguez de Rivera, nietos del fundador, Javier Cremades de Adaro, del que heredaron la pasión por el trabajo creando una firma sólida que ha ido construyendo su nombre a base de calidad, innovación y valentía.

Entre las peculiaridades de Pradorey, destaca su atrevimiento a plantar viñedos en latitudes consideradas imposibles en su día, también renovaron la tradición de los claretes de la zona, dejaron incolora a la uva tempranillo, ‘juegan’ con las criaderas y soleras, y en su afán de superación, evolucionan hacia el viñedo ecológico, 100% sostenible y autogestionable, prueban variedades experimentales y confían en que, como bien dice Fernando Rodríguez de Rivera Cremades, director general de la bodega, «su mejor vino aún está por llegar, porque la innovación y el aprendizaje continuo forman parte de su ADN y estrategia corporativa».

En 2014 empezaron un cambio radical, la que consideran su segunda revolución enológica, así incorporaron la crianza en tinajas centenarias de barro que dan a cada vino una personalidad y un crecimiento único fermentando con levaduras autóctonas; y comenzaron a ‘escuchar’ cada parcela de sus 9 pagos, a dejar que el terruño marcara la identidad de cada botella.

A día de hoy, de sus 565 hectáreas -toda su producción es de viñedo propio-, 150 se dedican a los vinos de finca, pensados para el consumidor. Siguen evolucionando y mejorando los tintos, pero están igualmente ilusionados con el potencial de los rosados y blancos de guarda, porque buscan sacar el máximo de su privilegiado viñedo.

De esa apuesta por la I+D+i, de los cambios proactivos que han realizado desde entonces, han pasado de tener un roble, un crianza, un reserva, un gran reserva, uno de autor y un rosado, a las 13 referencias actuales de la bodega, cada una con algo que decir y su propia ‘personalidad’.

Estos son las referencias con las que cuentan: sus tres Imprescindibles –Origen, el sorprendente Rosado y el singular Blanco-; los tres de Fincas -el extraordinario Valdelayegua, el elegante La Mina y el excepcional Real Sitio de Ventosilla-; tres más sofisticados y divertidos, los Transgresores -el bohemio El Cuentista, la influencer Lía y el trendy Sr. Niño-; dos elegantes y únicos, de Autor, como son Adaro, un homenaje al fundador, Javier Cremades de Adaro, y el exclusivo Élite; una joya de Colección como es el artesanal El Buen Alfarero, elaborado en tinajas y otro al alcance solo de unos pocos por su exclusividad, El Retablo.