Abadal da a conocer la nueva imagen de sus vinos. Con este cambio en su presentación, Abadal impulsa la marca recuperando y dando protagonismo al emblema que la representó en sus orígenes: la golondrina.

Tecnovino-Abadal-nueva-presentacionLa golondrina fue el símbolo de los primeros vinos que elaboró la bodega Abadal en 1999. Se eligió este elemento porque las golondrinas estaban, año tras año, en las bodegas y galerías de la Masía familiar, donde hacían sus nidos, expresando así fidelidad y compromiso. Con el nuevo diseño, que se ha aplicado en el Abadal Rosado, Abadal Blanco, Abadal Picapoll y próximamente, en el Abadal Cabernet Franc Tempranillo, el objetivo ha sido mantener los rasgos identificativos de la marca: identidad, territorio y compromiso con los orígenes. Unos valores que representan a la perfección las golondrinas, por lo que se les ha dotado de más protagonismo. Son golondrinas que vuelan, que avanzan, que se divierten y no están quietas. Su aleteo rápido y elegante invita al dinamismo. Su ir y venir de cada año nos hace mirar el futuro, indican desde la bodega reconociendo que con este nuevo diseño «las golondrinas vuelven al nido».

Abadal afirma en la nota de prensa que les gusta el movimiento: «impregnarse de la historia y mirar hacia el futuro, innovar e ir adelante». Como a las golondrinas, les gusta volar, soñar y hacerlo desde el Bages, una tierra que les apasiona, una tierra donde están sus orígenes y su futuro.

Explicar el territorio a través de los vinos

Abadal nació con el compromiso de expresar con sus vinos la singularidad de una tierra. Ha sido el mismo compromiso que ha mantenido la familia Roqueta hacia el Bages durante generaciones. Y es que fue en 1983, después de haber fundado en 1898 una bodega en Manresa, cuanto la familia Roqueta volvió a la Masía Roqueta, en Santa María de Aviñón para fundar Abadal.
Valentí Roqueta quiso establecer la bodega en la masía familiar, con más de 9 siglos de historia y con una larga tradición en el cultivo de la vid. Una clara apuesta por el territorio, como camino de diferenciación e identidad, y que ha marcado claramente el rumbo de la bodega desde su fundación.